¿Y QUE DEL INFIERNO?: Pecadores en las manos de un Dios airado.
"El Dios que te sostiene sobre el abismo del infierno, de la manera que se
sostiene una araña o algún despreciable insecto sobre el fuego, te aborrece y
se encuentra terriblemente provocado. Su ira arde como el fuego en contra
tuya; El ve que de lo único que tú eres digno es de ser lanzado al fuego; sus
ojos son demasiado puros para soportar que estés delante de su mirada; eres
diez mil veces más abominable delante de sus ojos de lo que es la más odiosa
serpiente venenosa delante de los nuestros. Lo has ofendido infinitamente más
que un necio rebelde ofende a su príncipe. Sin embargo, no es otra cosa sino
su mano la que impide que tú caigas al fuego en cualquier momento. No es
debido a ninguna otra cosa que tú no hayas ido al infierno mientras dormías por
la noche y que hayas podido despertar hoy después de haber cerrado tus ojos.
Y no existe ninguna otra razón para que no hayas sido arrojado al infierno
desde que te levantaste esta mañana, sino que la mano de Dios te ha
sostenido. No puede haber otra razón por lo que no te hayas ido al infierno
puesto que tú estas sentado aquí en la casa de Dios provocando sus ojos
puros por la manera malvada y pecaminosa en que te comportas durante esta
solemne adoración. Sí, no hay ninguna otra razón por la que tú en este mismo
momento no seas lanzado al infierno.
¡Oh pecador! Considera el terrible peligro en el que te encuentras: es un gran
horno de ira, un inmenso abismo sin fondo, lleno del fuego de la ira sobre el
cual tú cuelgas sostenido por la mano de Dios, cuya ira es provocada y
encendida por ti, tanto como por los que ya están condenados en el infierno. Tú
cuelgas de un delgado hilo, con las llamas de la ira divina ardiendo al alrededor
y listas para arder y quemarla en cualquier momento. Y tú no tienes interés en
ningún mediador, y nada de que sostenerte para salvarte nada que te libre de
las llamas de la ira, nada de ti mismo, nada 'que tú hayas hecho jamás, nada
que puedas hacer, para inducir a Dios a que te libre por un momento.
Tu maldad te hace tan pesado como el plomo, y te empuja con gran peso y
presión hacia el infierno; y si Dios te dejara ir, te hundirías de inmediato, y
rápidamente descenderías y te sumergirías en ese golfo sin fondo, y tu
saludable constitución, tu cuidado y prudencia, tus mejores planes, y toda tu
justicia no tendrían más fuerza para sostenerte y librarte del infierno de la que
tendría una tela de araña para sostener una roca.
Casi todo hombre natural que oye acerca del infierno se engaña a sí mismo
pensando que escapará; depende de sí mismo para su propia seguridad; se
gloria en lo que ha hecho, en lo que hace, o en lo que intenta hacer, Cada uno"
Conclusiones por R.C. Sproul:
En la parte aplicativa del sermón, Edwards pone un gran énfasis en la
naturaleza y severidad de la ira de Dios. La noción de que un Dios santo tiene
que ser también un Dios de ira es central en su pensamiento. El pone en la lista
varios puntos clave acerca de la ira de Dios que no debemos atrevemos a
pasar por alto:
1. La ira de Dios es divina. La ira de la cual Edwards predicó es la ira de un
Dios infinito. El contrasta la ira de Dios con la ira humana o la ira de un
rey por su súbdito. La ira humana cesa, tiene un punto final, es limitada.
La ira de Dios continuara si limite.
2. La ira de Dios es feria. La Biblia repetidamente compara la ira de Dios
con un lagar de furia. En el infierno no hay moderación, ni se concede
misericordia. La ira de Dios no es una simpe molestia o un ligero
disgusto. Es una cólera que consume al impenitente.
3. La ira de Dios es eterna. No hay fin para la ira de Dios dirigida contra los
que están en el infierno. Si nosotros tuviésemos comparación por la
gente, nos lamentaríamos ante el pensamiento de que uno solo de ellos
cayera en el abismo del infierno. Nosotros no podríamos soportar
escuchar los gritos de los condenados ni por un momento seria mas de
lo que podemos soportar. Contemplarla por la eternidad es demasiado
terrible para pensar en ello. Con sermones como este nosotros no
queremos ser despertados. Nosotros preferimos la tranquilidad de
sentirnos adormecidos, de reposar pacíficamente.
La tragedia para nosotros es que a pesar de las claras advertencias de la
Escritura y de las solemnes enseñanzas de Jesús sobre el tema, continuamos
estando cómodos ante el castigo futuro de los malvados. Si Dios es digno de
ser creído, tenemos que enfrentar la terrible realidad de que algún día, su ira
feroz será derramada.
¿Como reaccionamos nosotros ante el sermón de Edwards? ¿No nos provoca
una sensación de miedo? ¿No nos enoja? ¿Nos sentimos como las multitudes
que no hacen sino burlarse de la idea del infierno y del castigo eterno?
¿Consideramos la ira de Dios como un concepto obsceno y primitivo? ¿Es la
sola noción del infierno un insulto para nosotros? Si es así, es claro que el Dios
que adoramos no es un Dios santo; de hecho, no es Dios en absoluto. Si
despreciamos la justicia de Dios, no somos cristianos. Estamos en una posición
que es tan precaria como la que Edwards describe tan gráficamente. Si
odiamos la ira de Dios, es porque odiamos a Dios mismo. Podemos protestar
vehementemente contra estas acusaciones, pero nuestra vehemencia solo
confirma nuestra hostilidad hacia Dios. Podemos decir enfáticamente: “No, no
es a Dios a quien yo odio; es a Edwards, Dios es solo dulzura para mi. Mi Dios
es un Dios de amor”. Pero un Dios amoroso que no tiene ira no es Dios. Es un
ídolo de nuestra propia imaginación, tanto como si lo hubiésemos labrado en
piedra.
Este es un fragmento de un sermón de Jonathan Edwards titulado "Pecadores en las manos de un Dios airado”citado por R.C. Sproul en su libro LA SANTIDAD DE DIOS (Capitulo 9)
por: Siervo Inútil
