sábado, 23 de agosto de 2014

La Cautividad Pelagiana de la Iglesia 

R.C. Sproul 

    



 Inmediatamente después que inició la Reforma, en los primeros años después  de que Martín Lutero clavará sus Noventa y Cinco Tesis sobre la puerta de la iglesia en Wittenburg, publicó algunos cortos panfletos sobre una variedad de temas.  Uno de los más provocativos fue el titulado La Cautividad Babilónica de la Iglesia.  En este libro Lutero miró en retrospectiva al período de la historia del Antiguo Testamento cuando Jerusalén fue destruida por los ejércitos invasores de Babilonia y la elite del pueblo fue llevada a la cautividad.  Lutero en el siglo dieciséis tomó la imagen de la histórica cautividad babilónica y la reaplicó a esa era y habló acerca de la nueva cautividad babilónica de la iglesia.   Habló de Roma como la nueva Babilonia que aprisionó el Evangelio cautivándolo con su rechazó del entendimiento bíblico de la justificación.  Puede entender  cuan fiera era la controversia, cuan polémico sería este título en este período, al decir que la Iglesia no simplemente había errado o extraviado, sino había caído—que ésta es en realidad ahora Babilonia;  que está en un cautiverio pagano. 



    A menudo he pensado que si Lutero viviera hoy y viniera a nuestra cultura y echara una mirada, no en la comunidad de la iglesia liberal, sino en las iglesias evangélicas, ¿qué podría  decir?  ¡Oh claro!, no puedo responder esta pregunta con ningún tipo de autoridad definitiva, pero pienso que  sería esto:  Si Martín Lutero viviera hoy y tomara su pluma para escribir,  el libro que podría escribir en nuestro tiempo sería titulado La Cautividad Pelagiana de la Iglesia Evangélica. 

    Lutero vio la doctrina de la justificación como el combustible de un profundo problema teológico.  Él escribió extensamente acerca de éste en La Esclavitud de la Voluntad.  Cuando miramos a la Reforma y vemos las solas de la Reforma- Sola Scriptura, sola Fide, Solus Christus, Soli Deo gloria, Sola gratia-Lutero estaba convencido que el verdadero punto  de la Reforma era el tema de la gracia; y que el subrayar la doctrina de  solo fide, justificación sólo por fe, estaba precedida por un compromiso con sola gratia, el concepto de la justificación sólo por gracia. 

    En la edición de Fleming Revell de La Esclavitud de la Voluntad,  los traductores J. I. Packer y O. R. Johnston,  incluyeron una introducción teológica e histórica extensa y confrontante para este libro.  El siguiente párrafo es parte del fin de esta introducción: 

    Estas cosas necesitan ser consideradas por los protestantes de hoy.  ¿Con qué derecho podemos llamarnos a nosotros mismos hijos de la Reforma?  Mucho del Protestantismo moderno ni podría llamarse Reformado o aún ser reconocido por los Reformadores pioneros.  La Esclavitud de la voluntad coloca ante nosotros lo que ellos creían acerca de  la salvación de la humanidad perdida.  A la luz de esto, estamos obligados a preguntar si la cristiandad protestante no ha vendido su legado entre los días de Lutero y los nuestros. ¿No tiene el Protestantismo de hoy más de Erasmianismo  que de Luterano?  ¿ A menudo no hemos tratado de minimizar y opacar las diferencias doctrinales en nombre de la paz entre grupos?  ¿Somos inocentes de la indiferencia doctrinal, la cual Lutero atribuyó a Erasmo?  ¿Permanecemos creyendo que la doctrina importa?1  

    Históricamente, apegándose a los hechos es claro que Lutero, Calvino, Zwinglio y  todos los principales teólogos protestantes de la primera época de la Reforma sostuvieron  en esto exactamente el mismo punto de vista.  Sobre otros puntos tuvieron diferencias.   Pero en la afirmación de la incapacidad del hombre en el pecado y la soberanía de Dios en la gracia, fueron enteramente uno.   Para todos ellos éstas doctrinas fueron la pura esencia de la fe cristiana.  Un editor moderno de las obras de Lutero dice esto: 

    Quienquiera que cierre este libro sin haber reconocido que la teología Evangélica  se sostiene o cae con la doctrina de la esclavitud de la voluntad lo ha leído en vano.  La doctrina de la justificación gratuita por la fe sola, la cual llegó a estar en el centro de la tormenta de mucha de la controversia durante el período de la Reforma, es a menudo  considerada como el corazón de la teología de los Reformadores, pero esto no es preciso.  La verdad es que su pensamiento estaba realmente centrado sobre el argumento de Pablo, que fue hecho eco por Agustín y otros, que la salvación  de los pecadores es totalmente sólo por la gracia libre y soberana, y que la doctrina de la justificación por fe  fue importante para ellos porque salvaguardaba el principio de la gracia soberana.    La soberanía de la gracia encontraba expresión en  un nivel más profundo de su pensamiento  al descansar en la doctrina de la regeneración monergista. [2] 

    Esto quiere decir, que la fe que recibe a Cristo para justificación es en sí misma el libre don del Dios soberano.  El principio de sola fide no es correctamente entendido hasta que es visto como afianzado al principio más amplio de sola gratia.  ¿Cuál es el origen de la fe?  ¿Es la fe el don de Dios, indicando  por  tanto que la justificación es recibida por la dádiva de Dios, o es ésta una condición de la justificación la cual es dejada para que el hombre la cumpla?  ¿Puede percibir la diferencia?  Déjame ponerla en términos simples.   Escuché recientemente a un evangelista decir, “Aunque Dios  llevó a cabo miles de pasos para alcanzarte y redimirte,  sin embargo el punto culminante  es que debes llevar a cabo el paso decisivo para ser salvo”.   Considera la declaración que ha sido hecha por el más amado líder evangélico de América del siglo veinte, Billy Graham, quien dice con gran pasión, “Dios hace el noventa y nueve por ciento de ello, pero todavía debes hacer el último uno por ciento.” 

¿Qué es pelagianismo? 

    Ahora, regresemos brevemente a mi título, “La cautividad pelagiana de la iglesia”.  ¿De qué estamos hablando? 

    Pelagio fue un monje quien vivió en Bretaña en el siglo quinto.  Él fue contemporáneo del más grande teólogo del primer milenio de la historia de la iglesia si es que no de todo el tiempo, Aurelio Agustín, obispo de Hipona en el Norte de África.  Nosotros hemos escuchado de San Agustín, de sus grandes obras de teología, de su Ciudad de Dios, de sus Confesiones, las cuales permanecen como clásicos del Cristianismo. 

    Agustín, además de ser un teólogo titánico y tener un intelecto prodigioso, fue también un hombre de profunda espiritualidad y oración.  En una de sus oraciones famosas, Agustín hizo   a Dios un aparente daño, en una declaración inocente en la cual dice: “Oh Dios, ordena lo que quieras, y concédeme hacer lo que ordenas”.   Ahora,  ¿Quería Agustín que te diera una apoplejía al escuchar una oración como esta? Como ciertamente le dio a Pelagio, el monje inglés que se atravesó en su trayectoria.  Cuando escuchó esto, protestó vociferadamente, aun apelando a Roma para conseguir que esta oración de la pluma de Agustín fuera censurada.   Porque he aquí,  él dijo: “¿Estás diciendo  Agustín, que  Dios tiene el derecho inherente de ordenar cualquier cosa que desee de sus criaturas?   Nadie va a disputar eso.  Dios inherentemente, como creador del cielo y la tierra, tiene el derecho a imponer obligaciones sobre sus criaturas y decir, debes hacer esto y no debes hacer eso.”    La expresión ‘ordena cualquier cosa que quieras’ es una oración perfectamente legítima.” 

    Es la segunda parte de la oración la que Pelagio aborrecía, cuando Agustín dijo, “y concédeme hacer lo que ordenas.”  Él dijo, “ ¿De qué estás hablando?  Si Dios es justo, si Dios recto y Dios es santo, y Dios ordena de la criatura hacer algo, ciertamente que la criatura debe tener el poder en sí misma, la habilidad moral en sí misma, para llevarla a cabo o Dios nunca demandaría esto en primer lugar.”  Ahora esto tiene sentido, ¿no es así?  Lo que Pelagio estaba diciendo es que la responsabilidad moral siempre y en todo lugar implica capacidad moral o sencillamente habilidad moral.    Entonces, ¿Por qué deberíamos orar, “Dios concédeme, dame el don de ser capaz de hacer  lo que me ordenas  que haga?”  Pelagio vio en esta declaración una sombra  que estaba siendo puesta  sobre la integridad de Dios mismo, quién requería responsabilidad de la gente para hacer algo que no podían hacer. 

    Por ello, en el debate consecuente, Agustín dejó claro que en la creación, Dios no mandó a Adán y Eva nada que fueran incapaces de hacer.  Pero una vez que la trasgresión entró y la humanidad llegó a estar caída, la ley de Dios no fue cancelada ni Dios la ajustó  rebajando sus requerimientos santos para acomodarlos a la débil, condición caída de su creación.  Dios  castigó a su creación al descargar sobre ellos el juicio del pecado original, por lo que cada uno que nace en este mundo después de Adán y Eva, nace ya muerto en pecado.  El pecado original no es el primer pecado.  Este es el resultado del primer pecado;  se refiere a nuestra corrupción inherente, por la cual nacemos en pecado, y en pecado nos concibió nuestra madre.  No nacemos en un estado neutral de inocencia, sino que nacemos en una condición pecaminosa y caída.  Prácticamente cada iglesia dentro del histórico Concilio Mundial de Iglesias en algún punto de su historia y en el desarrollo de su credo articula algún tipo de doctrina del pecado original.  Así que, es claro para  la revelación bíblica, que se tendría que repudiar el punto de vista bíblico de la humanidad para negar el pecado original como un todo. 

    Este es precisamente el punto que estuvo en la batalla entre Agustín y Pelagio en el siglo quinto.  Pelagio dijo que no hay tal cosa como pecado original.   El pecado de Adán afectó a Adán y solamente a Adán.  No hay trasmisión o trasferencia de culpa o caída o corrupción a la progenie de Adán y Eva.   Cada uno es nacido en el mismo estado de inocencia en el cual Adán y Eva fueron creados.  Además él dijo, es posible para una persona vivir una vida de obediencia a Dios, una vida de perfección moral, sin ninguna ayuda de Jesús ni de la gracia de Dios.  Pelagio dijo que la gracia-y he aquí la distinción clave- facilita  la justicia.  ¿Qué significado tiene “facilita?”  Esta ayuda, ésta hace más fácil, hace más sencilla, pero  usted no tiene que tenerla.  Usted puede estar perfectamente sin ella. Pelagio declaró aún más, que no es solamente posible de manera teórica para algunos individuos vivir una vida perfecta sin la asistencia de la gracia divina, sino que de hecho hay personas que lo hacen.  Agustín dijo,  “No, no, no, no... nosotros estamos por naturaleza infectados por el pecado,  hasta las profundidades y raíz de nuestro ser- a tal punto que no hay ser humano que tenga el poder moral para inclinarse a sí mismo y cooperar con la gracia de Dios.  La voluntad humana, como resultado del pecado original, permanece sin tener el poder de escoger, sino que es esclava de sus malos deseos e inclinaciones.  La condición de la humanidad caída es tal que Agustín  podía describirla como incapacidad para no pecar.  En términos sencillos, lo que Agustín estaba diciendo es que en la Caída, el hombre perdió la capacidad para hacer las cosas de Dios y  quedó cautivo a sus propias inclinaciones malvadas. 

    En el siglo quinto la iglesia condenó a Pelagio como herético. El Pelagianismo fue condenado en el Concilio de Orange, y fue condenado de nuevo en el Concilio de Florencia, el Concilio de Cartago, y también irónicamente, en el Concilio de Trento en el siglo dieciséis en los primeros tres anatemas de los Cánones de la Sexta Sesión.  Por lo tanto, consistentemente a través de la historia de la Iglesia se ha condenado firme y completamente  el Pelagianismo- porque el Pelagianismo niega la caída de nuestra naturaleza;  éste niega la doctrina del pecado original. 

    Ahora, que es el llamado semi-Pelagianismo, como el prefijo “semi” sugiere, era algo posicionado en medio del pleno Agustinianismo y  el pleno Pelagianismo.  El semi-Pelagianismo dice esto: sí, hubo una caída; sí hay tal cosa como pecado original; sí, la constitución de la naturaleza humana ha sido cambiada por este estado de corrupción y todas las partes de nuestra humanidad han sido significativamente debilitadas por la caída,  a tal punto que sin la asistencia de la gracia divina ninguno puede tener la  posibilidad de ser redimido, por consiguiente la gracia no es únicamente útil sino necesaria para la salvación.   Pero, aun cuando estamos tan caídos que no podemos ser salvos sin la gracia,  no estamos tan caídos que no podamos tener la capacidad para aceptar o rechazar la gracia cuando nos es ofrecida.  La voluntad está debilitada pero  no es esclava.  Hay remanentes en el centro de nuestro ser, una isla de justicia que permanece intocable por la caída.  Es la respuesta de esta pequeña isla de justicia, ésta pequeña pieza de bondad que está intacta en el alma o en la voluntad lo que hace la diferencia determinante entre el cielo o el infierno.  Es esta pequeña isla que debe ser ejercida cuando Dios lleva a cabo sus miles de pasos para alcanzarnos, pero en el análisis final es un paso que debemos tomar el que determina ya sea el cielo o bien el infierno, el ejercitar ésta pequeña isla de justicia que está en el centro de nuestro ser o no hacerlo.   Agustín no  reconoció  esta pequeña isla ni aún como un arrecife de coral en el Pacífico sur. Él dijo que ésta era una isla mitológica, que la voluntad estaba esclava, y que el hombre estaba muerto en sus delitos y pecados. 

    Irónicamente, la Iglesia condenó el semi-Pelagianismo tan vehementemente como lo hizo cuando condenó el Pelagianismo original.  Pasado el tiempo usted llega al siglo dieciséis y  lee el entendimiento Católico de lo que sucede en la salvación,  y  la iglesia ha repudiado básicamente lo que Agustín enseñó y también lo que Aquino  enseñó. La Iglesia concluyó que hay remanentes de esta libertad que están intactos en la voluntad humana y que el hombre debe cooperar con-y asentir con-la gracia precedente que es ofrecida a ellos por Dios.  Si ejercemos esta voluntad, si ejercemos una cooperación con cualquiera de los poderes que en nosotros han sido dejados, seremos salvos.   Y por lo tanto en el siglo dieciséis la Iglesia volvió a abrazar el semi-Pelagianismo. 

    En el tiempo de la Reforma, todos los reformadores estaban de acuerdo en un punto: la incapacidad moral de los seres humanos caídos para inclinarse a sí mismos a las cosas de Dios;  que toda la gente, en el orden para ser salvas, estaban totalmente dependientes, no noventa y nueve por ciento, sino un cien por ciento dependientes de la obra de regeneración monergista como primer paso para venir a la fe,  y que la fe es en sí misma un don de Dios.  La fe no es lo que estamos ofreciendo para la salvación y que naceremos de nuevo si escogemos creer.  Sino que no podemos ni aún creer hasta que Dios en su gracia y en su misericordia primero cambia la disposición de nuestras almas a través de su obra soberana de regeneración.  En otras palabras, en lo que todos los reformadores estuvieron de acuerdo fue con, que a menos que un hombre nazca de nuevo, no puede ni ver el reino de Dios, ni puede entrar en él.  Tal como Jesús dijo en Juan capítulo seis, “Ninguno puede venir a mí, a menos que le sea dado por mi Padre”-la condición necesaria para la fe  y la salvación de cualquiera persona es la regeneración.   

Los Evangélicos y la Fe 

    El Evangelicalismo moderno casi uniformemente y universalmente enseña que en el orden para que una persona sea nacida de nuevo,  debe primero ejercer fe.  Tienes que escoger nacer de nuevo.  ¿No es esto lo que escuchas?  En una encuesta de George Barna, más del setenta y cinco por ciento  de “cristianos evangélicos profesantes” en América expresaron la creencia que el hombre es básicamente bueno.    Y más del ochenta por ciento articularon el punto de vista que Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos.  Estas posiciones-déjeme decirlo de manera negativa- ninguna de estas posiciones son semi-Pelagianas.  Ambas son Pelagianas.  El decir que somos básicamente buenos es un punto de vista Pelagiano.  Yo estaría dispuesto a asumir que en casi un treinta por ciento de la gente quien está leyendo este tema, y probablemente más, si realmente examinamos su pensamiento con detenimiento, encontraremos que en sus corazones está latiendo el Pelagianismo.  Estamos plagados con él.  Estamos rodeados por él.  Estamos inmersos en él.  Lo escuchamos cada día.  Lo escuchamos cada día en la cultura secular, lo escuchamos cada día en la televisión y la radio Cristiana. 

    En el siglo diecinueve, hubo un predicador quien llegó a ser muy popular en América,  escribió un libro de teología, que surgió de su propia formación en leyes, en el cual no abrevió su Pelagianismo.  Él rechazó no sólo el Agustinianismo, sino también rechazó el semi-Pelagianismo y  sostuvo claramente la posición Pelagiana sin encubrirla, diciendo en términos no inciertos, sin ambigüedad, que no había Caída y que no había tal cosa como pecado original.  Este hombre vino a atacar cruelmente la doctrina de la expiación sustitutiva  de Cristo, y además de eso,  repudió tan clara y tan  fuertemente como pudo la doctrina de la justificación por la sola fe por medio de la imputación de la justicia de Cristo. La tesis básica de este hombre fue, no necesitamos la imputación de la justicia de Cristo porque tenemos la capacidad en y de nosotros mismos para llegar a ser justos.  Su nombre: Carlos Finney, uno de los más respetados evangelistas de América.  Ahora, si Lutero estaba correcto en decir que la sola fide es el artículo sobre el cual la iglesia se sostiene o cae, si lo que los reformadores dijeron es que la justificación por la fe sola es una verdad esencial del Cristianismo, quienes además argüían que la expiación sustitutiva es una verdad esencial del Cristianismo;  si ellos estaban en lo correcto en su evaluación de que estas doctrinas son verdades esenciales del Cristianismo, la única conclusión a la que podemos llegar es que Carlos Finney no era Cristiano.  Yo leo sus escritos y dijo, “no veo cómo alguna persona cristiana pudiera escribir esto.”  Y aun, él está en el Salón de la Fama del Cristianismo Evangélico de América.  Él es el santo patrón del Evangelicalismo del siglo veinte.  Y él no es semi-Pelagiano; él es descarado en su Pelagianismo. 

La Isla de Justicia 
    Una cosa es clara:   puedes ser Pelagiano puro y ser  bienvenido por completo en el movimiento evangélico de hoy.  Esto no es simplemente que el camello metió su nariz en la tienda;  no solamente es que está dentro de la tienda- sino que ha sacado al propietario de la tienda.  El Evangelicalismo moderno mira hoy con suspicacia a la teología Reformada, la cual llegado a ser colocada como ciudadano de tercera clase del Evangelicalismo.  Ahora,  usted dice, “Espera un minuto R. C. No encierres a todos en el argumento del Pelagianismo extremo, después de todo, Billy Graham y el resto de las personas están diciendo que hubo una Caída; que debes tener la gracia; que hay tal cosa como pecado original; y los semi-Pelagianos no están de acuerdo con el simplista y optimista punto de vista acerca de la no caída naturaleza humana de Pelagio.”  Y esto es verdad.  No cuestionaré acerca de ello.  Pero es esta pequeña isla de justicia donde el hombre todavía tiene la habilidad, en y de sí mismo, para retornar, cambiar, inclinar, disponer, y abrazar la oferta de la gracia, que revela porque históricamente el semi-Pelagianismo no es llamado semi-Agustinianismo, sino semi-Pelagianismo, éste realmente nunca escapa a la idea central de la esclavitud del alma, la cautividad del corazón humano en pecado- que no está simplemente infectado por una enfermedad que puede ser mortífera si es dejada sin tratamiento, sino que es mortal. 

    Escuché a un evangelista usar dos analogías para describir lo que sucede en nuestra redención.  Él dijo,  el pecado tiene tal fortaleza sobre nosotros, un estrangulamiento, que es semejante a  una persona quien no puede nadar, quien cae por la borda en un mar furioso, y es la tercera vez que se sumerge y únicamente las puntas de sus dedos permanecen fuera del agua; y a menos que alguien intervenga a rescatarle, no tiene esperanza de sobrevivir, su muerte es cierta.  Y a menos que Dios le tire un salvavidas,  no puede ser rescatado.  Y Dios no solamente le debe tirar  un salvavidas en cualquiera área donde él se encuentra, sino que el salvavidas tiene que caerle en el lugar correcto donde sus dedos permanecen extendidos fuera del agua, y  acertarle de tal manera que pueda sostenerlo.  El salvavidas tiene que haber sido tirado perfectamente. Pero todavía este hombre se ahogará a menos que  lo tome con sus dedos y los sostenga alrededor  del salvavidas, entonces Dios le rescatará.  Si esta pequeña acción no es hecha, él ciertamente perecerá. 

    La otra analogía es esta: Un hombre esta terriblemente débil, enfermo de muerte, yaciendo en su cama de hospital con un padecimiento que es terminal.  No hay manera que pueda curarse a menos que alguien externo venga con una cura,  una medicina que curará su enfermedad fatal.  Y Dios tiene la cura y camina hacia el cuarto con la medicina.  Pero el hombre está tan débil que no puede tomarse la medicina por sí mismo; Dios tiene que ponerla en la cuchara.  El hombre está tan enfermo que se halla casi en un estado comatoso. Él no puede ni siquiera abrir su boca, y Dios tiene que inclinarse y abrirle la boca.  Dios coloca la cuchara en los labios del hombre, sin embargo el hombre todavía tiene que tomarla. 

    Ahora, si vamos a usar analogías, usemos las adecuadas.  El hombre no se está sumergiendo por tercera vez; él está tan frío como una piedra en el fondo del mar.  Éste es el lugar donde usted estuvo  cuando una vez estaba muerto en sus delitos y pecados y andaba conforme a la corriente de este mundo, de acuerdo con el príncipe de la potestad del aire.  Y cuando  estaba muerto Dios le dio vida juntamente con Cristo.  Dios  se sumergió al fondo del mar y tomando este cadáver sopló el aliento de su vida en él y resucitó de la muerte.  Y no es que usted estaba en la cama del hospital con cierta enfermedad, más bien, cuando usted nació, llegó muerto.  Esto es lo que la  Biblia dice: que estamos muertos moralmente. 

    ¿Tenemos nosotros una voluntad?  Sí, oh claro que la tenemos.  Calvino dijo, si quieres decir por libre albedrío una facultad de escoger aquello que tienes el poder en ti mismo, de escoger lo que deseas, entonces tenemos libre albedrío. Si quieres  decir por libre albedrío la capacidad de los seres humanos caídos para inclinarse a sí mismos y ejercer la voluntad para escoger las cosas de Dios sin la previa obra monergista de regeneración, entonces, Calvino dijo, libre albedrío  es un término exorbitantemente grandioso para aplicarlo al ser humano.  

    La doctrina semi-Pelagiana del libre albedrío que prevalece en el mundo evangélico de hoy es un punto de vista pagano que niega la cautividad del corazón humano en el pecado.  Esta visión desestima el dominio que el pecado tiene sobre nosotros. 

    Ninguno de nosotros quiere ver las cosas tan mal como son realmente.  La doctrina bíblica de la corrupción humana es dura.  No escuchamos al Apóstol Pablo decir, “Usted sabe, es triste que tengamos tal cosa como pecado en el mundo; ninguno es perfecto.  Pero estemos de buen ánimo,  somos básicamente buenos.”  ¿Puede ver que aún una lectura superficial de la Escritura niega esto? 

    Ahora, regresemos a Lutero.  ¿Cuál es el origen y  la posición  de la fe?  ¿Es la fe el don de Dios significando con ello que la justificación es recibida por la dádiva de Dios?  O ¿Es una condición de la justificación, la cual tenemos que  cumplir?  ¿Es su fe una obra?  ¿Es ésta la única obra que Dios le deja hacer?  Recientemente tuve una discusión con algunas personas en Gran Rapids, Michigan.  Estaba hablando sobre sola gratia, y una de las personas estaba en desacuerdo.  Él dijo, “¿Estás  tratando de decirme que en conclusión es Dios quien soberanamente regenera o no el corazón?” 

    Y le dije, “Sí”;  y él estuvo aún más en desacuerdo por esto. Le dije, “Déjame preguntarte esto:   ¿Eres cristiano? 

    Él dijo, “Sí.” 

    Le dije, “¿Tienes amigos que no son cristianos?” 

    Él dijo, “¡Oh!, claro que sí.” 

    Le dije, “¿Por qué eres  cristiano y tus amigos no lo son?  ¿Es por qué eres más justo que ellos?  Él no era estúpido.  Él no iba a decir, “¡Oh! claro es porque soy más justo.  Yo hice la cosa correcta y mis amigos no”.  Él sabía  a donde quería llegar con esta pregunta. 

    Y él dijo, “Oh, no, no, no.” 

    Le dije, “Dime por qué.  ¿Es por qué eres más inteligente que tus amigos? 

    Y él dijo, “No.” 

    Sin embargo él no estaba de acuerdo que al final, el punto decisivo era la gracia de Dios.  Él no quería venir a esto.  Y después de discutir por quince minutos, él dijo, “ESTA BIEN, te lo diré.  Soy un cristiano porque hice la cosa correcta, tuve la respuesta correcta y mis amigos no lo hicieron.” 

    ¿En qué estaba confiando esta persona para su salvación?  No en sus obras en general, sino en una obra que  había hecho.  Y él era un protestante, un evangélico.  Pero su punto de vista de la salvación no era diferente del punto de vista Romano. 

La Soberanía de Dios en la Salvación 
    Este es el punto: ¿Es la fe una parte del don de Dios en la salvación?  O ¿Es ésta tu propia contribución a la salvación?  ¿Es nuestra salvación totalmente de Dios o depende finalmente de algo que hagamos por nosotros mismos?  Aquellos quienes dicen esto último,  que finalmente depende de algo que hagamos por nosotros mismos, por consiguiente niegan la absoluta incapacidad de la humanidad en el pecado y afirman con ello una forma de semi-Pelagianismo que es cierta después de todo.   No es  de maravillarse que más tarde la teología Reformada condenara el Arminianismo en su esencia, porque en principio, ambos regresan a Roma, en efecto, éste torna la fe en una obra meritoria,  y es un rechazo de la Reforma porque niega la soberanía de Dios en la salvación de los pecadores, la cual fue el principio teológico y religioso más arraigado del pensamiento de los reformadores.  El Arminianismo era sin lugar a dudas,  a los ojos de los Reformados, una renunciación del Cristianismo del Nuevo Testamento a favor del Judaísmo del Nuevo Testamento. En esencia confiar en la fe  de uno mismo no es diferente  que confiar en las obras de uno mismo, y el uno es tan sub-cristiano y anti-cristiano  como el otro.  A la luz de lo que Lutero le dice a Erasmo no hay duda que tenemos que ratificar este juicio. 

    Y aunque este punto de vista  es el que predomina en las encuestas de hoy en la  mayoría de los círculos evangélicos profesantes.  Y así como el semi-Pelagianismo es en esencia simplemente una versión ligeramente velada del Pelagianismo verdadero, de igual manera éste es el mismo que prevalece en la iglesia, y no sé qué pasará. Sin embargo, si sé que no sucederá:  no tendremos una nueva Reforma.  Hasta que nos humillemos y entendamos que ningún hombre es una isla y que ningún hombre tiene una isla de justicia, que somos completamente dependientes de la pura gracia  de Dios para nuestra salvación, no empezaremos a descansar sobre la gracia y a regocijarnos en la grandeza de la soberanía de Dios, hasta que no desechemos la influencia pagana del humanismo que exalta y coloca al hombre en el centro de la religión.  Hasta que esto suceda no tendremos una nueva Reforma, porque en el corazón de la enseñanza Reformada está el lugar central de la adoración y gratitud dadas a Dios y sólo a Dios.  Soli Deo gloria, solamente a Dios, la gloria. 


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THE PELAGIAN CAPTIVITY OF THE CHURCH BY R. C. SPROUL 

R. C. Sproul is a member of the Alliance of Confessing Evangelicals and Chairman of Ligonier Ministries in Orlando, Florida. 

“Pelagian Captivity of the Church”, Modern Reformation, May/June 2001, Vol 10, Number 3, 22-29. 

Reprinted by permission of the Alliance of Confessing Evangelicals, 1716 Spruce Street, Philadelphia, PA 19103. 

Traducido por: Eduardo Osuna 


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lunes, 18 de agosto de 2014

¿Qué quiso decir Jesús a sus discípulos en Juan 20:23, acaso el hombre tiene poder de perdonar pecados?

Por: Siervo Inútil

“A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.” Juan 20:23

Primeramente tenemos que establecer que el único que puede perdonar pecados es Dios, si pensamos lo contrario estaríamos otorgándole a un hombre la gloria que solo le pertenece a Jesucristo de ser EL SALVADOR, puesto que si tu perdonas el pecado de alguien tu serias quien lo estaría salvando del castigo eterno por este. (La paga del pecado es muerte) esto podemos verlo en el pensamiento judío en Marcos 2:5-11
 “Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? 
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.”   

El diccionario bíblico VINE deja ver esta misma postura:
1. afiemi (ἀφίημι, 863), despedir, enviar (relacionado con A, Nº 1). Se traduce con el verbo remitir en Jn 20.23, dos veces: «A quienes remitiéreis los pecados, les son remitidos». Las Escrituras dejan claro que las palabras del Señor no tenían la intención de otorgar el ejercicio de la absolución, la cual las Escrituras declaran que es la prerrogativa exclusiva de Dios. No hay ningún caso en el NT de tal acción por parte de los apóstoles. Los términos se deben entender en un sentido «declarativo»; esta afirmación tiene que ver con los efectos del ministerio de ellos, con su doble efecto de remisión o de retención. No Podían, ni nadie podía después de ellos, perdonar los pecados, como tampoco fue José quien restauró el copero a su oficio o colgó al panadero (Gn 41.13), ni como tampoco eran los profetas los que cumplían aquello «que declaraban que iba a sucederles a ellos mismos (Jer 1.10; Ez 43.3).

Pero expliquemos un poco este asunto bíblicamente. Dios otorgo a la iglesia la responsabilidad de cuidar de  la disciplina y la santidad de la casa del señor (Hebreos 3:6) lamentablemente vemos que en muchos lugares no se lleva a cabo este mandato de nuestro señor, hoy día el pecado abunda en el interior de la iglesia y contamina a aquellos que realmente han abandonado su pecado y desean conservar sus vestiduras sin mancha y arrugas.
Desde los comienzos de la iglesia, cuando está colocando los fundamentos sobre la roca, que es su propia persona santa y bendita (1 Cor 10:4) y luego va añadiendo a los creyentes cual pequeñas piedras vivas para formar el edificio espiritual (1 Pedro 2:5; Efe 2:20 así lo entendieron los apóstoles) el señor le confiere esa responsabilidad a ellos. Jesucristo mismo le dijo: “todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”  (Mateo 18:18) esto significa que todas las medidas disciplinarias que tome la iglesia en la tierra, obviamente en acuerdo a las escrituras y bajo la dirección del Espíritu Santo, Dios la reconocerá en los cielos. Y si la iglesia da testimonio del arrepentimiento genuino de un hermano que haya pecado y recibido disciplina de parte de la iglesia, como el caso de Corinto (1 Cor 5:1-5; 2 Cor 2:5-11) del fornicario que fue restaurado a la comunión de los santos.

Por esta causa Dios ha dejado instrucciones precisas para la aplicación de esta en la iglesia, y eso lo vemos en Mateo 18:15-17
Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.
Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.
Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
Es aquí  donde se encuentra el contexto de la cita anterior, el cual es la disciplina en la iglesia:
“De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.”

Para esto debe ser necesario seguir los pasos que se revelan en las escrituras; primero quien inicia la reprensión debe ser un hermano espiritual y en forma prudente, debe ser llamado aparte (Gal 6:1); segundo, si el ofensor no recapacita, será necesario volver donde él con un par de testigos; tercero, se debe comunicar a la iglesia para que los demás también teman (1 Tim 5:20); y por último, si no se ha arrepentido debe colocarse fuera de la comunión, para mantener la pureza de la iglesia. Si no se siguen estos parámetros bíblicos se habrá obrado en la carne.

Con relación a lo de REMITIR queda claro que el único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo hombre (1Tim 2:5) solo que esto no se les había revelado a los judíos, por esta razón se ofendieron por la declaración de cristo al perdonarle los pecados al paralitico, pero nosotros lo debemos de tener claro. Muchas veces llamamos a estos pasajes oscuros, pero son oscuros para aquel que no le ha pedido revelación a Dios. Además es claro que la escritura dice en Salmo 119: 160 que la suma de la palabra de Dios es verdad, y es realizando un estudio concienzudo de las doctrinas que enseña la biblia que hallaremos respuesta a lo que no entendemos. Es evidente que el hombre, aunque sea hijo de Dios no puede perdonar o condenar a nadie por los pecado, eso solo le pertenece como atributo a Dios, así lo enseña la biblia y tampoco por un versículo podemos formular una doctrina.


CASOS FUERTES DE DISCIPLINA EN LA BIBLIA:

Ananías y Safira (hechos 5:1-11)

Quizás alguno hasta aquí, leyó la definición del diccionario de VINE dada líneas arriba y observó que este habla del efecto del mensaje de los apóstoles, en este caso el apóstol Pedro le hace saber a Ananías que había engañado al Espíritu Santo, el cual le revelo al apóstol lo que este intentaba hacer. Las consecuencias de lo que le ocurrió no podemos otorgárselas a la apóstol, ya la escritura muestra que Pedro no declaro su muerte o su fin, sino solo su pecado; fue el Espíritu Santo quien dictó sentencia y el propósito de este hecho, como lo deja ver la cita bíblica, fue que la iglesia temiera a Dios.
Con Safira ocurrió igual, solo que esta vez el apóstol pedro conociendo la sentencia del Espíritu a este hecho le anuncio su destino que sería el mismo que a su marido.
Nosotros anunciamos salvación y condenación  a los hombres, al igual que los apóstoles, nuestro mensaje tiene ese efecto. No somos nosotros los que salvamos o condenamos, sino el Espíritu Santo por medio de nuestro mensaje, como dice 2 Cor 2:15-16 “porque para Dios somos grato olor de cristo en los que se salvan y en los que se pierden”, somos olor de salvación u olor de perdición dependiendo de quien reciba o rechace el evangelio. De esta forma comprendemos mejor esa declaración de cristo en nuestra cita principal y de donde se desprende nuestro tema. Existe mucha evidencia bíblica de que esto es así (Juan 3:18; 5:24)
Algunos hombres iban a ser salvos, pero otros no por medio de anunciar el evangelio, ese era el poder que habían recibido los apóstoles y que ahora tenemos nosotros, pero esto no significa que la potestad sea de nosotros sino de Dios (hechos 2:47) somos el instrumento, no la mano.


Simón el mago (brujo o hechicero) (hechos 8:9-24)

En el caso de este hombre, queda claro que su conversión no había sido de forma genuina, pues su intención queda en evidencia al querer comprar el don de Dios con el fin de volver a tener la autoridad y respecto que tenia de la gente cuando su actividad era la magia o hechicería, por esta causa el apóstol pedro le dice, de parte del Espíritu Santo, lo que le vendría sino se arrepentía de su pecado (“tu dinero perezca contigo” “no tienes arte ni parte en esto”) y le dijo que le rogara a Dios, él pudo ver lo que había en su corazón y el mago temió lo que podía ocurrirle y pidió a pedro que orara para que no le sobreviniera la disciplina de Dios. Es indiscutible que pedro dijo: “RUEGA A DIOS” él no lo condeno o lo absolvió sino que dejo todo en manos del señor, “por si quizás” Él le concedía el perdón.



Por ultimo podemos mencionar que los hombres usados por Dios durante la historia de la iglesia, en sus comentarios sobre este pasaje enseñan esta misma verdad; ninguno de ellos enseño que este pasaje de Juan 20:23 permita que en el lecho de muerte la oración de la iglesia tenía el poder para remitir los pecados de alguien, nuestra oración solo podrá clamar a nuestro señor por misericordia y clemencia, pero la soberanía de Dios dispone del destino eterno del pecador. También hay que decir que las escrituras enseñan que solo por la predicción del evangelio hay poder para salvación, una persona que nunca escucho el mensaje de salvación, o que lo haya aceptado en vida o con conciencia, podrá salvarse estando inconsciente en un hospital o en su lecho de muerte. Dios es soberano, pero él no viola sus propios preceptos y decretos eternos (1 Cor 1:21) es nuestro deseo, y con compasión genuina que alguien en esa condición pudiera ser salvo, pero una cosa son nuestros deseos; Dios también tiene sus deseos (1 Tim 2:4) el desea que todos los hombres sean salvos, pero otra cosa es la realidad (no todos se salvaran) y la voluntad eterna de Dios (expiación limitada).

Concluimos, pues, que este pasaje enseña primeramente sobre lo que implica predicar el evangelio y también sobre la responsabilidad que tiene la iglesia para ejecutar la disciplina bíblica dentro ella y NO sobre la facultad que tiene el hombre para otorgar salvación a alguien, ya sea por medio de oración individual o conjunta. Podemos orar para que alguien sea salvo, pero si no le predicamos el evangelio para que crea, esa oración será infructuosa. Y si sostenemos lo contrario estaríamos en la misma posición doctrinal del catolicismo romano, a quien se le otorga al sacerdote perdonar y/o condenar al pecador.




viernes, 15 de agosto de 2014

LA PECAMINOSIDAD DEL PECADO
Por: Siervo Inútil

Paz a vosotros hermanos en cristo, seguimos estudiando la palabra del señor y aquí le traemos un nuevo estudio sobre la hamartiología o doctrina del pecado teniendo como referencia al pastor Paul Washer y su libro "la verdad acerca del hombre" (pág. 39-41) y teniendo la libertad de agregar aportes nuestros, no cambiando la esencia de su trabajo, sino más bien ampliando a este. Esperamos que sea de bendición y edificación a sus vidas y puedan compartirlo con sus hermanos y amigos, y sobre todo que lo usen como un medio para discipular a los nuevos creyentes. Estaremos presentando este trabajo, como es habitual por sesiones o partes, para su mayor comprensión y análisis, y también para una mayor facilidad a la hora de estudiarlo.

INTRODUCCIÓN:

Para andar en la vida cristiana agradando a Dios en todo no solamente es necesario conocer su voluntad con respecto a lo que es correcto, sino también a lo incorrecto. En las Escrituras se nos da testimonio que la Ley de Dios posee un carácter positivo y negativo, es decir, lo POSITIVO; en cuanto nos deja ver como obrar EN y CON justicia y santidad (lo que es agradable a sus ojos) y también lo NEGATIVO; en cuanto nos muestra las obras de injusticia e impiedad (lo que desagradable a sus ojos). Muy a menudo leemos las palabras de los apóstoles diciendo lo que Es y lo que NO ES, lo que CONSISTE y lo que NO CONSISTE el evangelio y el reino de Dios. De la misma manera, pretendemos seguir este modo de hablar en este trabajo.

OBJETIVOS:

Tener un entendimiento correcto de la naturaleza o carácter del pecado nos ayudará a tener una mejor y amplia visión de la santidad de Dios y su disposición frente al pecador (Disciplina a sus hijos y condena al impío). Tendremos una conciencia real de lo que significa PECAR (Rom 7:24). Seremos más sensibles al dolor y la afrenta que experimenta nuestro señor (Gen 6:6).
Por otra parte, conocer la pecaminosidad del pecado nos ayudará a percibir (discernir) más rápidamente la manifestación de la carne, al examinar nuestra conducta constantemente a la luz de la Palabra, para así, identificar cuando obra nuestro hombre interior y cuando lo hace el viejo hombre (2 Cor 13:5; Gal 5:16).

Por estas razones estudiaremos los atributos y manifestaciones del pecado como se revela en las Escrituras. Conoceremos que el pecado es más que un error al ojos de del juicio moral humano, y mucho más que la desobediencia a una ley impersonal (leyes de transito) sino que, más bien, el pecado es un crimen contra la persona de Dios.

CONCLUSIÓN:

En este estudio necesitamos más que definir algunos términos o conceptos, necesitamos obtener un entendimiento bíblico de la pecaminosidad del pecado; ya que vivimos en una cultura impía y aún en las iglesias se sabe poco o no comprenden la naturaleza atroz de este mal. Está en juego nuestro entendimiento de Dios y la grandeza de nuestro rescate, de nuestra salvación en Cristo Jesús.



LA PECAMINOSIDAD DEL PECADO: (1 era PARTE)


Comencemos este estudio de la doctrina del pecado aprendiendo que:
EL PECADO ES SIEMPRE CONTRA DIOS:


Todo pecado siempre es principalmente contra Dios y una ofensa a su persona. El desobedecer un mandamiento divino es amenazar con el puño a el que da vida a todos y reina sobre todos.
Hoy en día la gente piensa que pecar es un mal hecho contra su prójimo, la sociedad o contra la naturaleza, pero rara vez piensa que es una mal hecho primeramente contra Dios, pues es su ley la que infringen. Por ejemplo: hay quienes se ofenden más cuando ven a una persona arrojar basura a la calle, o incluso cuando maltratan a un animal (y eso está bien) pero no se ofenden cuando escuchan a alguien decir una mentira o una vulgaridad. Si usted infringe una ley de tránsito y el agente o policía se acerca para hacerle su respectiva sanción, el policía de tránsito no está ofendido en su persona con usted, él simplemente hace su trabajo normal, a diferencia del Juez Justo que reina sobre todos, el cual, si se ofende y se llena de Ira santa contra ti por tu pecado.

Salmo 51:4
Observemos que el clamor de David fue: "contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos" David mintió al pueblo, cometió adulterio, y fue autor intelectual de la muerte de hombre inocente; sin embargo, cuando fue enfrentado por su pecado por el profeta Natán no corrió a pedir perdón a Betsabe, a la familia de Urías, y mucho menos al profeta, sino que exclamo a Dios que había pecado contra él.

Romanos 12:29

la justicia solo puede ser genuinamente ejecutada o aplicada por alguien justo, por esta razón el mismo Dios dice: "Mía es la venganza yo pagaré..." reclamando ese lugar de único y suficiente Juez. por esta razón el hombre no debe ni puede tomar la justicia por su propia cuenta, pero el otro aspecto de esta declaración de Dios sobre su derecho único de aplicar la justicia, es que el es el directamente afectado por cada pecado que comete el hombre. sí, la palabra nos manda a perdonarnos los unos a los otros, pero nosotros tenemos la obligación de llegar al trono de la gracia a pedirle perdón a el señor por cada pecado cometido con un arrepentimiento genuino.

2 SAMUEL 12:1-14
"al tomar la esposa de Urías el hitita ME DESPRECIASTE" (v.10) de acuerdo con esta versión, se ve claro que cuando David adultero con Betsabe MENOSPRECIO a Dios, ya que desobedeció sus mandamientos. De la misma manera, cuando nosotros pecamos, violando la Ley de Dios (la de Cristo) estamos menospreciando al dador de esa Ley, pues, ella, refleja el estándar de la Justicia de Dios y por ende su atributo divino.

Moralidad humana:
por otra parte, la gente piensa que una persona es buena, porque tiene buenas relaciones con sus semejantes (su prójimo), aunque viva sin atender lo más mínimo a Dios y sus cosas, y por eso se preguntan ¿cómo puede Dios juzgar a un ateo que es un buen hombre el cual tiene una vida moral ejemplar? Esto lo hacen sin entender que el hombre que niega a su creador y no rinde gloria en nada al que le debe todo, no puede ser bueno (Rom 3:10) además de esto, los estándares de lo que es justo y bueno los determina Dios y no el hombre; como está escrito: "NO HAY JUSTO, NI AÚN UNO" (Rom 3:10)
EL YELMO DE LA SALVACIÓN
Por: Siervo Inútil

Según el diccionario VINE yelmo viene del griego:
perikefalaia (περικεφαλαία, 4030), de pere, alrededor, y kefale, cabeza. Se emplea en sentido figurado en Ef 6.17, con referencia a la salvación, y 1 Ts 5.8, donde se describe como «la esperanza de
Salvación».

Como podemos ver, según esta definición, el apóstol pablo, escritor de ambas cartas; efesios y la 1era epístola a los tesalonicenses, usa la palabra yelmo en sentido figurado para referirse a la salvación del creyente. Pablo siempre se refirió a los creyentes como soldados que luchan una guerra (espiritual).

 En efesios 6:10-20 el apóstol, usa la analogía de una armadura de un soldado romano para darles a entender las armas espirituales que poseían para perseverar en dicha batalla contra las asechanzas del enemigo. Un soldado romano en plena batalla era vulnerable si peleaba sin casco; una flecha, la espada del enemigo  o una caída  se traducirían en perdida de la vida sino se tenía asegurada la parte más expuesta en una guerra. En este caso al decirles que tomaran el yelmo o casco de la salvación, podemos ver que en la vida de todo creyente es importante que su mente este siempre renovándose con una verdad fundamental: y es que hemos sido rescatados, redimidos o salvados por la sangre de Jesucristo, es decir, la seguridad de salvación es indispensable conocer para estar seguros que peleamos una batalla que ya la tenemos ganada, la cual cristo consiguió por nosotros (efesios 1:1-7,11-14; 2:1-10) estas citas muestran como el apóstol les muestra su posición eterna en cristo.
Por lo cual, siempre los exhortaba a que se fortalecieran en el poder de las fuerzas de nuestro señor Jesucristo, a vestirse con toda la armadura de Dios para afrontar con entereza y perseverancia la carrera que tenemos por delante, velando en todo tiempo y sobre todo estando firmes para resistir las escaramuzas del diablo.

En 1 tesalonicenses 5:17 el apóstol vuelve a usar esta analogía para indicarles que deben estar seguros de la esperanza  de salvación, ya que esta iglesia se preguntaba que les había ocurrido a los hermanos que ya habían muerto y su señor no había retornado. Por esta causa pablo les dice en el capítulo 4:13-17 que no se entristecieran como los que mueren sin esperanza, o lo que es lo mismo, sin cristo viviendo en sus corazones.

Ahora bien, un soldado romano sabía que podía morir en la batalla que enfrentaba, pero eso no le impedía razonar, que sin una vestimenta adecuada, sería una muerte  prematura, al estar expuestos más fácilmente a la muerte.
Su valor y lucha por su imperio era lo que los motivaba a entregar su vida por esta causa que para ellos era de orgullo y celo. En este caso el creyente al conocer su posición eterna en cristo, o lo que la teología llama “indicativos bíblicos” no les privaba de enfrentar la vida cristiana con valor al punto de dar su vida por la causa de su salvador, o como ocurría en este contexto, morir si ver cumplido su esperanza; el retorno de cristo. Por eso el apóstol pablo los insta a colocarse el yelmo como la esperanza de salvación.

Lo que motiva a todo creyente a perseverar en esta dura lucha o a pelear la  buena batalla de la fe, es que tenemos esperanza después de la muerte de reinar juntamente con cristo, o ser arrebatados con él en su segunda venida (1 Tes 4:17) pues si no fuera así, como dice la palabra: fuéramos los más dignos de lastima    (1 Cor 15:19)
 Ahora bien, mi punto aquí es mostrar lo equivocados que están muchos predicadores o pastores al negar esta gran verdad y fundamental para la vida del creyente; y es la seguridad de salvación. Muchos tienen miedo de enseñarle a la iglesia  esta verdad revelada por todas las escrituras porque piensan que eso llevara a los creyentes a pecar o irse al mundo sin saber que eso es imposible para un verdadero hijo de Dios (Rom 6:1-23; 12:1-2), otros por ignorancia y otros más por poseer la posición arminiana de la salvación, que esta se pierde. 

Lo que quiere decir que muchos dentro de las iglesias están pelando una batalla contra el mundo, el diablo, y la carne, sin casco o yelmo. Están siendo atacados y maltratados duramente por ser ignorantes de la necesidad de conocer la verdad. Ellos no viven y reinan en vida, porque no han recibido  las abundantes riquezas de la gracia de cristo (Rom 5:17) no están disfrutando de la herencia de los santos porque son como niños a cargo de un tutor (la ley) por eso viven en amargura tratando de agradar a Dios con sus esfuerzos carnales (gálatas 4:1-7) cuantos cristianos no están heridos y golpeados por mandamientos humanos desde los púlpitos, lo que equivaldría a flechas y golpes en la guerra.


Querido hermano ponte el yelmo de la salvación y disfruta a cristo, pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna (1 Tim 6:12) y persevera hasta el fin para plena certeza de la esperanza (Heb 6:11) y pídele a Dios que seas lleno de su conocimiento para que sepáis la esperanza a la que hemos sido llamados (Efe 1:15-19) y para que conozcas lo que él nos ha concedido (1 Cor 2:12) Paz a vosotros:!!!